viernes, junio 30, 2006

The Question nº1

Planeta acaba de comenzar la serie que tiene a Vic Sage como protagonista y que en los años 80 se hizo dueño de una manera de hacer comics que acabaría extendiéndose como una plaga. The Question sería unos de los impulsores del 'grim & gritty' como corriente. En 1986 esos dos monstruos llamados Frank Miller y Alan Moore serían los máximos responsables de dos de las obras que más han influenciado al medio en toda la historia de los comics: Dark Knight Returns y Watchmen. A partir de una mala interpretación de lo que en estas se ofrecía, se disparó una corriente donde los héroes oscuros, violentos y en ocasiones hasta fascistoides poblaban el mundo del comic de superhéroes como si eso fuera lo normal.

Pese partir de un concepto que podríamos considerar no excesivamente acertado, The Question de Dennis O’Neil y Denys Cowan fue una de las obras que más airosa consiguió salir. Su protagonista, Vic Sage, es un periodista de éxito que no duda en destapar los escándalos que hagan falta para continuar su carrera, ni en poner su vida en peligro... ni siquiera duda en enfundarse la máscara de The Question para hacerlo. La temeridad llevará a Sage a un estado no demasiado recomendable, que lo llevará a un nuevo inicio, gracias a Richard Dragon y Lady Shiva.

The Question se salva por dos razones: Por un lado, fue pionera en la moda de revitalizar personajes de un modo muy distinto al que los conocíamos y por toro contó con unos autores más que competentes.

The Question era un personaje creado por Steve Ditko para la Charlton y que no había disfrutado de demasiadas páginas como protagonista (más información aquí). Por otra parte si observamos que Watchmen estaba muy reciente aún y que en un principio los personajes principales de dicha serie iban a ser los de la propia Charlton (en manos de Dc en aquel momento), resulta cada vez más evidente el parecido entre Question y Rorschach. Tomando el tremendo impacto que este psicopático, oscuro y violento personaje de Alan Moore y Dave Gibbons había causado, Dennis O’Neil aprovechó el personaje del que había partido para crear historias con ese tipo ambiente. Ni en broma rozó los sutiles matices de Moore o Miller, pero tanto la pluma de O’Neil como los lápices de Cowan demostraron ser mucho más hábiles que otros que irían adoptando este estilo hasta convertirlo en la moda que devendría en los fatídicos años noventa.

Así pues se trata de un comic válido como testimonio de una época, pero que, por desgracia, ha envejecido bastante.