martes, julio 19, 2005

Orion Opina: Cómo hemos cambiado

En el principio, los tebeos eran una suerte de entidad que contaba las historias de esos personajes que tanto nos gustaban. No sólo no importaba quien hiciera esas historias sino que parecía que esas historias no hubiesen sido hechas por mano humana alguna o, al menos, por nadie que tuviera un nombre. Lo más parecido a un nombre humano que podíamos encontrar era aquel "Stan Lee presenta". Pero éste se nos antojaba una entidad sin rostro, algo así como un creador que mira cómo su obra evoluciona desde los cielos (luego nos enteraráimos que no).

Allá por principios de los años ochenta, con la introducción del correo de los lectores (en España) comenzaban a difundirse algunos nombres como leyendas, como semidioses del panteón griego que bajaban a mezclarse con la humanidad, pero sin formar parte de ella. Comenzaban a sonar los nombres de John Byrne, Chris Claremont y algunos otros

Pasaron diez años y se nos dijo de toda una serie de dibujantes que vendían millones de ejemplares. ¡Dios mío! ¡Los dibujantes vendían! ¡Eran humanos! ¡Tenían nombres, caras y dinero! Sin embargo seguían siendo autores de comic, con lo que el aura de divinidad tenía que sobrevivir de algún modo, pese a su humanidad. Era la generación de Jim Lee, Rob Liefeld o Todd McFarlane. Llegó la era de los dibujantes estrella y aún seguimos viviendo algunos de sus últimos coletazos.

Hasta hace poco, estaba convencido de que la era de los guionistas estrella, en la que nos encontramos inmersos, era el presente y el futuro por muchos años. Los creadores de un modo u otro son los actuales protagonistas del mundo del comic y adquieren, dentro de la pequeña dimensión del mundillo, la categoría de estrellas de este pequeño Hollywood.

Sin embargo, hace no mucho tiempo he cambiado de opinión. Poniendo los pies en esa tierra divina y despojándola de su aura, nos encontramos ante una industria, eso todos los sabemos. Tras los creadores había hasta hace unos años unas cabezas invisibles que manejaban los comics en la sombra: los editores. No soy tan ingenuo como para pensar que ellos son la auténtica mano que controla la industria, pero estos editores ya no están ocultos y se han convertido en el objetivo de las miradas.

El primer "editor estrella" podría decirse que fue Jim Shooter (del que es posible que hable en otro post más adelante). Sin embargo, aún era pronto y su papel era aún algo primitivo. El primero de la generación de los editores estrella fue el amigo Joe Quesada. Quesada había fundado a principios de los noventa su propia editorial Event Comics y tampoco iba mal. Pero entonces un día de 1998 recibió la llamada de una Marvel que necesitaba un lavado de cara urgente para algunos de sus héroes y de ahí nació Marvel Knights. A partir de ahí fue ascendiendo hasta convertirse en lo que es ahora. Algo más tarde pero con igual o mayor fuerza apareció de la nada Dan Didio en DC.

Ahora tanto Quesada como Didio son expertos en darse baños de multitudes, dejar pistas que mantienen en vilo a los fans y de llevar a sus respectivas editoriales a esta nueva era de crossovers y grandes eventos comerciales. Aún es pronto, pero están tomando ya casi la misma importancia de los distintos creadores estrella, con respecto al público, y quién sabe si en un futuro, habrá gente que se compre un comic porque está editado por nosequién.

Me parecía un poco excesivo que el mercado se decidiese únicamente por los autores. Al fin y al cabo, hasta los mejores tienen malas historias. No obstante, hay una línea trazada por sus respectivas carreras que puede orientar a los aficionados. Sin embargo este culto a los editores significa hasta cierto punto un culto a la publicidad, más que al producto, lo cual puede llevarnos a unos segundos años noventa en un abrir y cerrar de ojos.

Era al fin y al cabo lógico que esto sucediera en esta época de saltos al cine donde todo vale para captar lectores. Sólo espero que no sea inevitable.

A modo de posdata, os prometo que en el próximo Orion Opina trataré de hacer algo más optimista y dejaré de repetir el rollo de "lo de antes era lo bueno, como mola la nostalgia". Os espero.